Monika Seleš y Yugoslavia: el pecado de la fraternidad

La gran tenista Monika Seleš nació en la ciudad de Novi Sad, en la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY), el 2 de diciembre de 1973. Hija de padres de origen húngaros, creció como yugoslava en un ambiente multicultural, pues su ciudad natal era la capital de la multinacional provincia de Vojvodina, habitada por serbios, húngaros, rumanos, eslovacos, rutenos, croatas, gitanos, etc.

A los seis años de edad comenzó a jugar al tenis de la mano de su padre, quien era un apasionado jugador amateur. Pero como Monika, rápidamente, comenzaba a destacarse empezó a practicar con la entrenadora y ex tenista profesional Jelena Genčić. Y debido a que su nivel no parecía tener techo, sus padres decidieron que cruzara el océano atlántico y fuera entrenarse a la Academia de Tenis de Nick Bollettieri, en el Estado de Florida, en los Estados Unidos de América (EUA).

Su carrera como profesional comenzó desde muy pequeña y tempranamente, a los 16 años de edad, ya se había consagrado campeona del prestigioso torneo de Roland Garros. De allí en adelante no paró de ganar y romper todos los records, consolidándose como la indiscutible número uno del tenis femenino. La alemana Steffi Graf, la checoslovaca nacionalizada estadounidense Martina Navratilova, la argentina Gabriela Sabatini, y otras grandes tenistas de la época, quienes hasta la aparición de la joven yugoslava habían dominado el circuito terminaron quedando relegadas escalones abajo. Los amantes del tenis eran privilegiados testigos de un momento histórico. Se asistía al surgimiento y consagración de una verdadera maravilla del deporte. Sin embargo todo iba a cambiar de un día para el otro: la primavera europea de 1993, el momento histórico, la ciudad alemana de Hamburgo, el lugar, Günter Parche, el autor del crimen, el establishment tenístico/mediático, el garante ideológico de la barbarie.  

La infancia y los primeros pasos

Cerca del río Danubio, en la ciudad de Novi Sad, en el barrio Liman 4, en la calle Balzakova 26, vivió Monika con su familia durante su infancia. De muy pequeña le “quitó” la raqueta de las manos a su hermano mayor, Zoltan, para comenzar, sin saberlo, a escribir una de las historias más apasionantes y singulares de la historia del deporte. En un reportaje su padre dijo: “Al principio lo tomaba todo con deleite infantil, como diversión. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que el diablo había jugado una broma y que el tenis se convertiría en la elección de su vida”.

En el estacionamiento que se encontraba frente al edificio donde vivían los Seleš, el padre amarró una cuerda en los paragolpes de dos autos para simular una red, y entonces su hija podía practicar durante todo el día los singulares movimientos que luego la hicieron famosa. “Lo que más me gustaba era golpear la pelota contra la pared y agradezco a los vecinos que el ruido no les molestara. Incluso hoy soy más feliz cuando hay un gran muro a mí alrededor. Es una red de seguridad, la música que más me agrada al oído”, escribió Monika en una de sus autobiografías.

Su madre, Ester, era profesora de historia mientras que su padre, Karolj, se desempeñaba como caricaturista profesional en dos diarios yugoslavos: “Dnevnik” (“El Periódico”) y “Magyar Szó” (“Mundo Húngaro”). Según las declaraciones públicas de ambos, la relación con su padre parece haber sido muy profunda y cercana. Karolj tenía una gran pasión por el tenis, deporte que practicaba con asiduidad de manera amateur. Y, en los hechos, fue el primer entrenador de Monika. Cuando era una niña le dibujaba caricaturas tenísticas con el fin del que el deporte se le hiciera, también, algo divertido. Siempre estuvo cerca de su hija y luego del atentado, cuando Seleš se estaba recuperando de la herida, ella recibió una noticia que la devastó: a Karolj le habían diagnosticado cáncer de próstata. Años después, en un reportaje que dio al diario serbio Kurir, recordó que le dolía mucho más la incertidumbre por la salud de su padre que la herida, y las consecuencias, causada por el cuchillo de Parche.

Junto a su padre, Karolj

La adolescencia, Florida y el éxito deportivo:

Cuando su padre ya no estaba a la altura de la potencialidad tenística de Monika la posta fue tomada por la leyenda yugoslava Jelena Genčić, quien luego de haber estudiado Historia del Arte, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Belgrado, se había dedicado al tenis, de manera profesional tanto como al balonmano, habiendo sido también la directora de la Televisión de Belgrado. Genčić, una vez retirada como tenista, comenzó a desempeñarse como entrenadora, y fue la maestra, no solo de la pequeña Monika sino también de dos grandes tenistas nacidos en la ex Yugoslavia: Goran Ivanišević Novak Đoković.

En un reportaje dado al periódico serbio Politika, en el año 2007, Jelena Genčić así se refería a la niña Monika Seleš:

“Tenía solo ocho años y medio, era bajita, casi más baja que la red, pero se notaba que sentía la pelota y el juego. Cuando, como seleccionadora, recibí una invitación para traer una niña y un niño al campeonato mundial de jugadores menores de 10 años en Caracas, Venezuela, me decidí por Monika Seleš y Goran Ivanišević. Monika se convirtió la campeona y Goran perdió en la final. Después de eso, trabajé con Monika durante cuatro años. Su padre Karolj, un verdadero fanático del trabajo, siempre estuvo con nosotros. Con esfuerzo conjunto, él con perseverancia y yo con no menos fuerza y ​​trabajo profesional que la talentosa Monika, logramos construir una jugadora de talla mundial”.

Karol y Ester, cuando Monika tenía 13 años, aceptaron el ofrecimiento de Nick Bollettieri para que su hija fuera a entrenar a su academia, a Florida EUA. Allí compartió sus días con tenistas de magnitud tales como Andre Agassi, Jim Courier y Goran Ivanišević. Toda la familia se trasladó, desde Yugoslavia a los Estados Unidos de América, con la pequeña prodigio y al poco tiempo llegaron los notables resultados. En 1989, con tan solo 15 años de edad, obtuvo su primer título derrotando a la histórica y gran campeona estadounidense Chris Evert. Al año siguiente, con tan solo 16 años, ganó 9 torneos incluyendo Roland Garros y el Torneo de Maestros. En 1991 se consagró como la número uno del mundo, obteniendo 10 títulos. En 1992 ganó otros 10 torneos consolidando aún más su liderazgo indiscutido. De enero de 1991 a febrero de 1993 logró 231 victorias con solo 23 derrotas y ganó 30 títulos. Su enfoque único del juego y su fuerza mental hicieron una verdadera revolución en el tenis femenino.

Monika levantando el trofeo luego de haber ganado en Roland Garros

En 1990 la famosa revista francesa Paris Match la describía de la siguiente manera: “Cuando aparece en la cancha con sus ojos de gato, uñas fluorescentes y sonrisa chispeante, hipnotiza a todo el público. Esta chica es el mayor talento natural que jamás haya aparecido en el tenis femenino”.

El Ataque

El 30 de abril de 1993, cuando se estaba jugando el torneo Citicen Cup, en la ciudad de Hamburgo, la tenista yugoslava, con el marcador 6-4,4-3 a su favor, se fue al descanso. Mientras se encontraba sentada y reponiendo energías fue atacada, cobarde y bestialmente, por el ciudadano alemán Günter Parche. Recibió una puñalada por la espalda, con un cuchillo que medía 23 cm, que le causó una herida de 2 cm de profundidad en el omóplato. El cuchillo estuvo bien cerca de dañar la médula espinal y provocar un daño irreversible. Gunter Parche fue reducido por gente del público mientras intentaba asestar un segundo cuchillazo.

Parche en el momento que apuñala a Monika

Al día siguiente las autoridades del Citicen Open y de la Asociación de Tenis Femenino (ATF) decidieron continuar con el torneo, como si nada hubiese ocurrido, mientras que Monika se encontraba internada en el Hospital Universitario Hamburg-Eppendorf.

Parche, luego del atentado, confesó cuales fueron los motivos que lo habían llevado a atacar a la número uno del tenis mundial. Resultó que estaba obsesionado con Steffi Graf y deseaba que esta recuperase el número 1, de la clasificación mundial, que había perdido frente a Seles en 1991. La tenista alemana se había convertido en el eje central de su vida: su habitación, en la casa de su tía, estaba decorada con fotografías de la tenista y repleta de vídeos con sus victorias. En una oportunidad había escrito “Caminaría sobre el fuego por ella. Es una criatura de ensueño cuyos ojos brillan como diamantes y cuyo cabello brilla como la seda”.

En el juicio a Parche la justicia alemana lo considero víctima de una discapacidad intelectual, y ante la confesión de que no volvería a atacar a Seles solo permaneció seis meses en prisión. Inmediatamente la tenista yugoslava manifestó reprobación y una firme negativa a volver a jugar en territorio alemán, sosteniendo lo siguiente: “¿Qué clase de mensaje transmite esto al mundo? El señor Parche ha reconocido que me acechó, entonces me apuñaló una vez y ahora el tribunal ha dicho que no tiene que ir a la cárcel por su crimen premeditado. Él vuelve a su vida, mientras que yo todavía no puedo, porque me estoy recuperando de la agresión, la cual podía haberme matado”.

En su autobiografía Monika describió el momento del atentado contra su vida:

“El 30 de abril de 1993 fue un día soleado con cierto escalofrío en el aire. Recuerdo que era viernes y el marcador iba a mi favor 6-4 y 4-3, estábamos en mitad de un descanso. Recuerdo estar allí sentada, con la toalla, pensando una sola cosa: ‘Solo dos juegos más’. Entonces me incliné para beber un poco de agua, tenía la boca seca. ‘Me bebo esto rápido y a cerrar el partido’. Es curioso cómo una cosa tan pequeña puede tener un impacto tan grande en tu vida, aunque esto no lo pensé hasta muchos días después. Los doctores me dijeron que, si no me hubiera inclinado en ese preciso instante, hubiera habido altas posibilidades de haberme quedado paralizada. De repente, justo en el momento en el que mis labios tocaron el agua, sentí un terrible dolor en la espalda”.

“Mi cabeza se giró rápidamente buscando el foco de aquel dolor y allí encontré a un hombre con un gorra de baseball y una sonrisa burlona. Sus brazos estaban por encima de su cabeza y sus manos agarraban un cuchillo enorme. Entonces se abalanzó sobre mí. No entendía qué estaba pasando, durante un par de segundos me senté en mi silla, totalmente petrificada, mientras dos personas devolvieron al hombre de un empujón a la grada. Había hundido el cuchillo unos 4 cm en mi espalda, en la parte superior izquierda, a unos milímetros de la columna vertebral. Me caí de la silla, retrocedí un par de pasos y me desplomé en las manos de un hombre que había entrado en la pista para ayudarme”.

“Justamente, ese día mis padres se habían quedado en el hotel, así que me puse a buscar a alguien que conociera. Zoltan (su hermano) y Madeleine (una entrenadora del circuito) se quedaron conmigo por un instante. Escuché a gente gritando, pidiendo ayuda, llamando a los sanitarios, era todo un caos. Estaba en shock, pero recuerdo un pensamiento que me vino rápidamente a la cabeza: ‘¿Por qué?’. Había sido apuñalada. En una pista de tenis. Delante de 10.000 personas. Lo que más me suele preguntar la gente es: ¿Te dolió? La respuesta es sí, mucho. Fue peor que cualquier dolor que podáis imaginar. Una vez entendí lo que había pasado, entré en estado de shock, una reacción automática del cuerpo para defenderse de aquella sensación. Era demasiado complejo procesar de golpe aquel dolor físico y aquella confusión mental. Durante el camino en ambulancia, con mi hermano a mi lado agarrándome la mano, aquel dolor me protegió de ver cómo mi mundo se desmoronaba por completo. Eso ya vendría luego”.

“La estancia en el hospital estuvo marcada por un tráfico constante de policías y doctores. No entendía ni una sola palabra de alemán y desconocía la gravedad de mi herida. La escena era demasiado violenta y se estaba convirtiendo en una pesadilla publicitaria para el torneo. La mañana del domingo, dos días después de la agresión, Steffi vino a visitarme al hospital”.

«Por aquel entonces, todo el mundo sabía que el atacante era un fanático trastornado que quería que Steffi regresara de nuevo a lo más alto del ranking. Nuestra conversación solo duró unos minutos, ya que ella tenía que irse para jugar la final. Estaba confusa, ¿en serio el torneo todavía estaba en marcha, como si nada hubiera pasado? Estuve en una burbuja de dolor durante dos días, ahí perdí la noción del tiempo, pero di por hecho que el torneo habría sido cancelado. La organización, en cambio, pensó diferente. Esto fue una dura lección que me ayudó a entender la parte comercial del tenis, donde lo más importante es hacer dinero, por encima de todo lo demás”.

El padre no había podido asistir al torneo de Hamburgo porque unos días antes había comenzado a sentirse verdaderamente mal. Según Monika su padre era de la “vieja escuela”, era de aquellos hombres que detestaba a los médicos y no le gustaban los exámenes. Luego del ataque, cuando había sido trasladada, para recuperarse de la profunda herida a un hospital en Vail, Colorado, sus padres se unieron a ella y le comunicaron la dramática noticia del cáncer del padre. Aquellos momentos, relatados en primera persona en su autobiografía, fueron un verdadero infierno:

“En Vail, pasé mucho tiempo junto al teléfono esperando noticias de mis padres. La cirugía de papá salió bien y luego se sometió a quimioterapia. Quería estar a su lado, pero primero tenía que curarme. Durante dos meses liberé mi frustración a través de la fisioterapia, atacándola con la misma intensidad con la que jugaba los partidos. Pasé por innumerables y dolorosos ejercicios de fortalecimiento muscular usando bandas de plástico suave que son muy difíciles de estirar”.

Luego de ser apuñalada

La vuelta y la muerte de Karolj

Mientras Mala Mo (Pequeña Mo, en serbocroata) se recuperaba del intento de asesinato, la ATF debía toma una decisión acerca de que hacer con el ranking. ¿Se le iba a mantener su clasificación hasta que pudiera volver a jugar? Para resolver la cuestión la ATF realizó una reunión en Roma con las principales tenistas del momento.

«En aquellas fechas hubo una reunión en Roma donde estuvieron 17 de las 25 mejores jugadoras del circuito. Allí se votó si había que congelar o no mi ranking durante mi recuperación, aunque nadie sabía lo que podría durar. ¿Dos semanas? ¿Dos meses? ¿Dos años? Todas las jugadoras votaron por su propio beneficio, excepto Gabriela Sabatini, que se abstuvo. El resto, votaron en contra. Me dolió mucho cuando me enteré, aunque desde un punto de vista comercial, tampoco me sorprendió. Subir una simple posición en el ranking significa más dinero y nuevos sponsors, así que la gente ganaría más dinero estando yo fuera. De hecho, un sponsor que estaba a punto de cerrar antes de la agresión, me dejó tirada y se fue con Steffi. Fue la misma decepción que cuando me enteré que no se había cancelado el torneo, todo era un negocio, pero era difícil asimilarlo cuando la herida de mi espalda todavía estaba reciente”.

Años después con Gabriela Sabatini, la única tenista que se solidarizó con ella

Casi dos años y medio después del ataque de Hamburgo volvió a la competición, en agosto de 1995, ganando el torneo de Montreal, venciendo a Amanda Coetzer en la final. Al comienzo del año siguiente, en 1996, se consagró campeona en el Abierto de Australia, pero aunque las cosas iban bien en lo deportivo la enfermedad de su padre avanzaba y eso se hacía sentir en el ánimo de la tenista yugoslava. En sus palabras, escritas en su autobiografía, puede entenderse como vivió el derrumbe y la muerte de su padre:

“Empiezo todos los días pensando en él. A medida que pasa el tiempo, lo extraño más y más. Dondequiera que viajaba en las competencias, papá siempre estaba a mi lado. Cuando lo operaron de cáncer de próstata y se cayó en la cama, yo estaba a su lado. Le di morfina para calmar el dolor y lo animé a perseverar, tal como me animó a mí en los torneos. Falleció en mayo de 1998 y esa pérdida me duele más que la herida de Hamburgo. Era difícil cuando durante el partido, habitualmente, miras al público y te das cuenta de que el lugar más importante ha quedado vacío para siempre”.

Si bien no se puede decir que el regreso al circuito haya sido un fracaso, es imposible poder comparar el juego y los resultados previos al ataque de Günter Parche. Los dos años y medio sin jugar. Las consecuencias físicas y psicológicas del torneo de Hamburgo, sumado a la enfermedad y muerte del padre fueron obstáculos, prácticamente, imposibles de superar. A principios de la década del 2000 decidió dejar la raqueta a un costado de su vida. Y en un comunicado oficial, dedicado a sus seguidores, informaba lo siguiente: “Durante casi tres décadas, todas las mañanas me despertaba pensando en tenis. En los últimos años me he dado cuenta de que hay cosas mucho más importantes en este mundo, las mismas cosas que echaba de menos cuando pasaba mis días poniendo la pelota sobre la red. Después de todo, han llegado algunas nuevas generaciones de jóvenes leonas ávidas de victorias y gloria, por lo que no tiene sentido que una mujer retirada las rete a un combate. Creo que dejé el deporte profesional con el tiempo. La raqueta y las pelotas cambiaron mi vida, compartieron el mismo destino conmigo, cada gota de sudor, cada segundo pasado en la cancha. Para mí, el tenis nunca ha sido una dificultad o un trabajo”.

Con sus padres en 1990

La República Federativa Socialista de Yugoslaviael hogar de Monika

La RFSY se había formado luego de la Segunda Guerra Mundial (SGM). Estaba compuesta de seis repúblicas (Croacia, Serbia, Montenegro, Macedonia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina) y dos provincias autónomas al interior de la república de Serbia (Kosovo y Vojvodina). Se hablaban distintos idiomas como el serbocroata, el esloveno, el macedonio, el albanés, el húngaro, etc. No había ningún tipo de fronteras entre las distintas repúblicas y con el paso del tiempo la identidad yugoslava había ido tomando fuerza, sobre todo entre los hijos de matrimonios mixtos. El casillero yugoslavo, en los censos nacionales de población, era cada vez más utilizado cuando se optaba por la nacionalidad.

La riqueza de la fusión de culturas y nacionalidades se veía reflejada en las expresiones artísticas. La banda de rock más destacada de la Yugoslavia comunista, Bijelo Dugme, había nacido en la multicultural Sarajevo y tenía entre sus integrantes a Goran Bregović (hijo de padre croata de Bosnia y madre serbia de Bosnia)  Željko Bebek (hijo de padres croatas de Bosnia), Mladen Vojičić (hijo de padre serbio de Bosnia y madre croata de Bosnia)  Alen Islamović (hijo de padres musulmanes de Bosnia). Los exitosos grupos de música pop de la década de 1980, Magazine (surgido en Croacia) y Zana (surgido en Belgrado) tuvieron reconocidas cantantes como Ljiljana Nikolovska (nacida en Croacia pero de origen macedonio) y Zana Nimani (nacida en Belgrado pero de padres albaneses de Kosovo). Uno de los más talentosos actores del cine yugoslavo, Bekim Fehmiu, era hijo de padres albaneses de Kosovo pero nacido en Sarajevo. El notable director de cine, miembro de la crítica Ola Negra del cine yugoslavo, Želimir Žilnik nacido en un campo de concentración durante la SGM, es hijo de padre esloveno y madre serbia. El escritor Danilo Kiš, nacido en la ciudad serbia de Subotica, era hijo de un judío húngaro y de una montenegrina de Cetinje. Pero la historia del notable cantautor yugoslavo Kemal Monteno puede resultar de las más ricas desde la perspectiva de la fraternidad de los pueblos y la rica comunicación entre las personas. Osvaldo, el padre de Monteno, era un militar italiano originario de Monfalcone (ubicado en el noreste de Italia). Durante la SGM fue enviado a Yugoslavia como parte del ejército invasor italiano. Allí conoció Bahrija, una chica musulmana de la cual se enamoró. Osvaldo decidió cambiar la muerte por la vida y así como nació Kemal, en 1948 en la Sarajevo de posguerra. El pequeño, hijo de dos personas que habían sido enfrentadas por la guerra, se crio en un “hogar musical”, pues su padre le cantaba canciones folclóricas italianas mientras que su madre lo “sumergía” en las mágicas melodías de la música folclórica bosnia Sevdalinka [1].

Bijelo Dugme, la banda de rock más importante de la historia de la Yugoslavia comunista, nacida en la multicultural Sarajevo
«Sarajevo ljubavi moja» (Sarajevo, mi amor), famosa canción de Kemel Monteno
Grupo de pop belgradense «Zana». La cantante, Zana Nimani, nacida en Belgrado de padres albaneses de Kosovo

Pero la RFSY no fue la primera experiencia política de los eslavos del sur. Luego de la PGM, y como consecuencia de la desintegración de los imperios otomano y austrohúngaro surgió un nuevo país: El reino de los serbios, croatas y eslovenos (a partir de 1928 pasó a llamarse reino de Yugoslavia). El reino, gobernado por una monarquía hegemonista serbia, fue escenario de serias disputas nacionalistas. Los asesinatos del líder de la oposición croata, en el parlamento en 1928, Stjepan Radić y el magnicido del rey Aleksandar Karađorđević, en Marsella en 1934, daban cuenta de la tensión nacionalista. Y en ese delicado contexto, en abril de 1941, el país fue invadido por las fuerzas fascistas de Hitler y Mussolini. Pero los invasores no estuvieron solos, se sirvieron de la ayuda de distintos nacionalismos autóctonos. Sin dudas el nacionalismo católico-fascista de los ustashas croatas fue la experiencia político-militar más siniestra, pero también la colaboración llegó de parte del nacionalismo pro-monárquico serbio, tanto como de grupos nacionalistas eslovenos, albaneses y musulmanes bosnios. Los ustashas croatas, los cetniks serbios, los domobranci eslovenos, las SS Handzar musulmanas de Bosnia y los Balli Kombëtar albanokosovares pelearon junto a la invasión nazi-fascista contra la resistencia del pueblo yugoslavo. De un lado, y enfrentando a los invasores, estaban los yugoslavos (sin distinción de nacionalidades) y del otro, colaborando con los invasores, estaban todas las organizaciones nacionalistas descriptas arriba. Conforme fueron avanzando los enfrentamientos el pueblo yugoslavo fue organizándose y la resistencia tomó el nombre de Movimiento Partisano. Además los comunistas yugoslavos se habían ido consolidando, con el paso del tiempo, como la dirección político-organizativa del movimiento.

Sin embargo, es muy probable que aquellos  hombres y mujeres que llenaban las filas de los partisanos, a lo largo y ancho del territorio yugoslavo, no se definieran a sí mismos como comunistas y, menos aún, “devotos” de las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels. Es decir, que la dirección del movimiento partisano se hubiera conformado con los más importantes dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia (PCY) no hacía que los millones de campesinos y obreros que enfrentaron a los nazis y sus aliados fueran comunistas. Pero había, si, algo nuevo, algo distintivo, algo que se iba a ir constituyendo, con el paso del tiempo, en la causa principal del feroz ataque a la RFSY:

La organización de la resistencia partisana era multinacional y entonces rompía con la dinámica estandarizada de organización y dominación burguesa: los movimientos nacionalistas y el  Estado-Nación burgués. Eric Hobsbawm en su libro “Naciones y Nacionalismo desde 1780”, sostiene que el nacionalismo antecede a la Nación, es decir que la inventa, y no al revés. Por lo tanto desestima el axioma burgués que reza: “a cada Nación le corresponde un Estado”. Siguiendo la lógica del historiador británico se puede sostener que sí son los nacionalismos (burgueses) los que crean los Estados-Nación y no quienes vienen a hacer “justicia” histórica con una Nación que no tiene Estado, se desvanece la “identidad previa”, el “derecho histórico” que termina siendo la legitimación ideológica de la dominación, opresión y explotación capitalista implícita en el Estado-Nación burgués.

En el invalorable libro de John Reed, “Los diez días que conmovieron al mundo”, que describe los sucesos revolucionarios rusos de 1917, el periodista y comunista estadounidense describe de la siguiente manera a la clase propietaria rusa:

 “Una gran parte de las clases ricas preferían los alemanes a la revolución —incluso al Gobierno provisional— y no ocultaban estas preferencias. En la familia rusa con quien yo vivía, a la hora de cenar se conversaba invariablemente sobre la llegada de los alemanes, que traerían «la ley y el orden». Una noche, en casa de un comerciante de Moscú, a la hora del té, pregunté a once personas si preferían a Guillermo o a los bolcheviques. Ganó Guillermo por diez contra uno”.

En el mismo libro Reed cuenta la charla que había tenido con un empresario ruso:

“La revolución —me dijo— es una enfermedad. Más pronto o más tarde, tendrán que intervenir las potencias extranjeras, como se interviene a un niño enfermo para curarlo o ayudarlo a caminar. Evidentemente, no será éste el mejor remedio quizá, pero hay que comprender que las Naciones no pueden permanecer indiferentes ante el peligro bolchevique y la propagación de ideas tan contagiosas como la de la «dictadura del proletariado» o la de la «revolución mundial”.

En la Rusia revolucionaria, ante el avance de las tropas del Káiser y el avance de la revolución del pueblo ruso, las clases acomodadas preferían la invasión alemana a que el poder fuera tomado por aquellos que hablaban el mismo idioma, profesaban la misma religión, compartían la misma cultura y eran herederos de la misma “historia nacional”. ¿Qué había pasado para que fuese preferible la invasión de, hasta ayer, una Nación hostil como la alemana, en lugar de que el poder fuera tomado por el conjunto de pueblo trabajador ruso? ¿A dónde había ido a parar la Madre Patria Rusa?

Sucede que en ciertas circunstancias históricas la dominación burguesa es cuestionada. La hegemonía ideológica se debilita y las prácticas del conjunto del pueblo trabajador cuestionan las relaciones de producción capitalistas. En dichas circunstancias es cuando pueden observarse los verdaderos rostros. Las máscaras se caen y la clase capitalista, acorralada, abandona la “defensa” de la Nación y va en busca de la solidaridad de su verdadera hermana de sangre, la clase dominante de otro Estado-Nación.

En Yugoslavia, durante la SGM, los trabajadores del campo y la ciudad, dejando a un lado las diferencias nacionales, lucharon contra el invasor y sus colaboradores locales. Y de esta manera hicieron caer las caretas que ocultaban los verdaderos intereses de cada uno de los nacionalismos burgueses yugoslavos. Quedó en evidencia el interés de clase por sobre la ficción ideológica de la Nación. Y la Yugoslavia comunista, como consecuencia de la práctica político-militar que le permitió nacer, terminó conformándose como un país multinacional y federal. El país tuvo infinidad de problemas y dificultades, sobre todo como consecuencia del surgimiento y consolidación de castas burocráticas, pero los nacionalismos desaparecieron por unas décadas y serbios, croatas, musulmanes, albaneses, macedonios, montenegrinos, eslovenos, etc, también eran yugoslavos. Los matrimonios mixtos estaban a la orden del día y convivencia nacional era la regla.

Pero para principios de la década de 1980, como consecuencia de las graves crisis económicas y políticas de Yugoslavia, fueron surgiendo movimientos nacionalistas y  con el paso del tiempo tomando más y más fuerza. ¿La causa? El fracaso y la inminente liquidación de los regímenes comunistas de Europa Oriental. ¿El medio para instrumentalizar la restauración capitalista en Yugoslavia? Los movimientos nacionalistas.

Partisanos yugoslavos durante la Segunda Guerra Mundial

El Trágico final de Yugoslavia

En Yugoslavia la liquidación del Estado burgués y el surgimiento del Estado socialista fue consecuencia de las características de la Lucha Antifascista de Liberación Nacional. El levantamiento popular contra los nazis, y sus colaboradores, fue liderado y organizado por los comunistas. Y esta circunstancia iba a condicionar fuertemente el futuro del país, pues la práctica político militar de la guerra, es decir la organización de la lucha sin distinción de nacionalidades, contra el invasor imperialista y el colaborador nacionalista, iba a ir prefigurando las relaciones sociales que terminaron dando forma al Estado: organización política comunista y fraternidad multinacional. El nacimiento de la RFSY hacía a un lado al capitalismo y desterraba sus motores políticos e ideológicos: los movimientos nacionalistas.

Luego de la SGM se había abolido la gran propiedad privada capitalista, y esto había liquidado las grandes diferencias materiales, naturales en las sociedades burguesas, entre los yugoslavos. No existieron magnates ni millonarios, como tampoco pobres ni indigentes. La calidad de vida era para todos, excepto para los encumbrados miembros del partido, más o menos la misma. Las empresas eran estatales o, en todo caso, una suerte de cooperativas estatales cuando entró en vigor el comunismo de autogestión yugoslavo. Los que estaban ubicados en los altos puestos de las empresas, tanto como los funcionarios políticos más importantes, fueron aquellos que se elevaron, un poco, por encima del resto de la población. Pero ni por asomo existieron las diferencias materiales que caracterizan a la vida en la sociedad capitalista. 

La RFSY, desde muy temprano, comenzó a relacionarse fluidamente con el mundo occidental. Sin dudas el hecho de ser un Estado comunista, sin ser soviético, situó al país en un lugar de privilegio que no tenía el resto de los países comunistas de Europa Oriental. El país balcánico oscilaba entre los dos bloques de la Guerra Fría con relativa comodidad. El mundo dividido en dos, más que un impedimento, se presentaba como una oportunidad. Además, desde principios de la década de 1960, se había convertido en uno de los líderes del Movimiento de Países No Alineados. Esta circunstancia ubicó, al país liderado por la carismática y legitimada figura de Tito, en una situación de prestigio. En los papeles, al menos, en la “Tierra de los Eslavos del Sur”[2] no había explotación capitalista ni opresión soviética. El pasaporte yugoslavo era aceptado en, casi, todo el mundo y Yugoslavia le abría las puertas a todo aquel que quisiera visitarla.

Pero la liquidación de la explotación capitalista no implicaba la extinción de la explotación y opresión en general. La opresión no había desaparecido porque la propia existencia del Estado hacía que esto fuera imposible. Sucedía que la concentración del poder político iba generando una “elite”, una casta privilegiada, que no solo no apretaba el acelerador para llegar a una sociedad sin explotadores ni explotados, una sociedad sin clases, sino que ni siquiera levantaba el freno de mano.

El comunista Milovan Đilas, uno de los líderes más importantes de Movimiento Antifascista de Liberación Nacional de Yugoslavia, fue expulsado de las filas del Partido Comunista de Yugoslavia y del gobierno yugoslavo, del que había sido vicepresidente en 1954, y encarcelado, en 1956, debido a sus constantes críticas a la elite política. El marxista, nacido en Montenegro, denunciaba que en Yugoslavia, y el resto de los países comunistas bajo la égida soviética, quienes controlaban la administración del Estado, debido al monopolio  de poder, estaban construyendo en torno a sí mismos una «nueva clase» social. Al haber desaparecido el capitalismo, según Đilas, los militantes comunistas y sus dirigentes se agrupaban en una «élite de burócratas». Y, aunque no eran propietarios de los medios producción, sí se aprovechaban de la administración de los mismos para proporcionarse privilegios y ventajas que estaban fuera del alcance del resto de los trabajadores.   

Tapa del libro «La Nueva Clase» de Milovan Đilas

En el Estado comunista yugoslavo no existía una Nación que se impusiese sobre otra. Es decir no había opresión ni explotación nacional. La explotación y opresión existente no tenía que ver con la Nación sino con las diferencias entre la clase dirigente, con todos sus privilegios, y el resto de los ciudadanos, con todas sus obligaciones. La burocracia comunista se había ido “elevando”, del resto de la gente, y quien formara parte o estuviera cerca de ella se beneficiaba. Pero no existía el derecho de admisión; los miembros de la casta podían ser serbios, croatas, eslovenos, montenegrinos, etc. Se puede decir que se dio la siguiente ecuación: cuando el comunismo yugoslavo gozaba de buena salud, el poder político y los beneficios materiales poco tenían que ver con la Nación y mucho con la pertenencia a la clase dirigente. Pero cuando la salud yugoslava comenzó a deteriorarse, sobre todo desde comienzo de la década de 1980, el poder político y los beneficios materiales tenían que ver con la clase dirigente nacional y no con la clase dirigente a secas. Yugoslavia empezaba a desvanecerse y Serbia, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia y Bosnia-Herzegovina comenzaban a cobrar vida como entidades políticas separadas. Los burócratas yugoslavos fueron mutando a líderes nacionalistas. El lugar de la estrella roja iba a ser ocupado por los escudos de armas, las águilas bicéfalas, los colores del paneslavismo, el frustrado sol de Vergina, el blasón de un noble medieval y dos versiones apologéticas de la Unión Europea.

La siguiente frase escrita por Karl Marx, en su libro El 18 Brumario de Luis Bonaparte, encaja como la mitología en los discursos nacionalistas:

«La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal».

Las vacas son el animal meteorológico por definición. Cuando sienten la llegada de la lluvia dejan de pastar y moverse, y comienzan a agruparse para tumbarse en el piso. De esta manera logran conservar el calor, manteniendo el pasto seco debajo de ellas. Las burocracias dirigentes yugoslavas, al sentir que se venía el diluvio, se pertrecharon muy bien y se subieron a la barca de la retórica y prácticas nacionalistas. Así pudieron capear el temporal y estar listas para el “nuevo mundo”.

Yugoslavia comenzó a dejar de existir durante el transcurso de la década de 1980. Mijaíl Gorbachov había “llegado” con la Perestroika y la Glasnost bajó el brazo, y esto implicaba la introducción de mecanismos de la economía de mercado capitalista y la relajación de la jerarquía y verticalidad en el manejo de la comunicación e información en la URSS. Pero se podría decir que Yugoslavia había empezado mucho antes su propia Perestroika, allá lejos y hace tiempo, cuando fue expulsada de la Kominform[3], en mayo de 1948 por el estalinismo soviético, y radicalizada 25 años más tarde cuando la constitución de 1974 dio más libertades para el comercio exterior a cada una de las repúblicas, en detrimento del poder central.  

Los Estados comunistas levantados en Europa Oriental luego de la SGM, y Yugoslavia aunque con características singulares no dejaba de ser uno más, no eran la instancia final de la emancipación social, es decir desaparición de la explotación social. A diferencia de la burguesía, que cuando capturó el poder político ya había desparramado por todos lados su hegemonía económica, la clase obrera y el campesinado estaban a años luz de arrimarse a algo parecido. En el mejor de los casos, la tarea de dar vida al socialismo pretendía ser mediada por el Estado comunista. Pero la concentración del poder político en manos de la clase dirigente no solo no construyó el socialismo sino que terminó generando las condiciones para la restauración capitalista.

La “belle époque”, a la balcánica, duró lo que podía durar, su existencia estaba delimitada por las propias condiciones que le habían dado vida. Occidente la había tratado bien, había sido condescendiente, porque tenía un enemigo mayor: la URSS y sus satélites en Europa Oriental. Pero las circunstancias históricas se habían modificado, sustancialmente, desde aquellas palabras de Harry Truman, cuando en 1948 le advertía a la URSS que una invasión soviética a Yugoslavia no dejaría inmóvil a los EUA. En los años 80 del siglo pasado, ni Moscú pretendía invadir Belgrado ni Washington tenía intención alguna en que el régimen comunista yugoslavo siguiera con vida. Por lo tanto “Dobra Stara Vremena”, (“Aquellos Buenos Viejos Tiempos” es una frase con la que se recuerda, en los países de la ex Yugoslavia, la época de oro del país) estaban desapareciendo.

La deuda externa se fue haciendo una pesadilla para el país y en 1985 ascendía a 19.000 millones de dólares. El Fondo Monetario Internacional (FMI) había aconsejado, ese mismo año, que se abandonara el proceso de descentralización económica que había sido promovido durante la década de 1970 por Movimiento de Autogestión Yugoslavo. Es que las empresas yugoslavas disponían, libremente, de buena parte de las divisas que obtenían de sus exportaciones. Entonces estas eran negociadas en un mercado negro, tolerado, en el que el dólar alcanzaba a menudo cotizaciones superiores al 50% de su valor oficial. Pero la receta centralizadora del FMI no funcionó, la crisis no pudo ser encausada y la situación económica no había mejorado para finales de la década de 1980.

Al igual que lo acontecido en el resto de las repúblicas comunistas de Europa Oriental, entre 1989 y 1990, se abandonó el régimen de partido único y se lo reemplazó por uno multipartidista. Rápidamente los nacionalismos se fueron imponiendo en las elecciones de cada una de las repúblicas y, al poco tiempo, se disponían a abandonar Yugoslavia. El 25 de junio de 1991 las repúblicas yugoslavas de Eslovenia y Croacia declararon la independencia de la RFSY. El 8 de septiembre de 1991 la república de Macedonia hizo lo mismo. El 5 de abril de 1992 la república de Bosnia-Herzegovina declaró su independencia, también. El 28 de abril de 1992 se formó la República Federal de Yugoslavia, que contenían a las antiguas repúblicas socialistas de Serbia y Montenegro. En poco más de medio año la Yugoslavia comunista, nacida luego de la SGM, se había transformado en 5 Estados. Pero en Croacia, Bosnia-Herzegovina, inmediatamente, y en la provincia serbia de Kosovo, más tarde, la desintegración del país iba a estar mediada por guerras fraticidas.

El lema “Bratstvo i Jedinstvo” (“Hermandad y Unidad”), surgido durante la guerra contra el nazismo y hecho baluarte durante décadas en la RFSY, fue destruido por los movimientos nacionalistas. La convivencia, surgida en buena medida como resultado de la lucha codo a codo de todos los pueblos y nacionalidades de Yugoslavia contra el invasor y sus colaboradores durante la SGM, volaba por los aires como consecuencia de las balas y bombas de las tropas nacionalistas serbias, croatas, musulmanas y albanokosovares. La gente común, que hasta “ayer” formaba parte de un mismo pueblo, que iba a la misma escuela, que vivía en el mismo barrio, etc, fue empujada a la división. La unión de los trabajadores, de todos los pueblos yugoslavos, había hecho posible la aniquilación del nacionalismo burgués tanto como del capitalismo imperialista; pero el fracaso del régimen comunista burocrático yugoslavo terminó haciendo posible la restauración capitalista, que vestida de independencia patriótica, y empujada por las potencias imperialistas, iba a terminar provocando una dramática guerra de hermanos contra hermanos, de trabajadores contra trabajadores.

Un edificio, en Mostar, destruido por las balas de la guerra en Bosnia en el que todavía se puede leer el lema yugoslavo «hermandad y unidad».
Vukovar, ciudad en ruinas por la guerra fraticida entre serbios y croatas

Todos contra Yugoslavia

En Sarajevo, la capital de la República Socialista de Bosnia-Herzegovina, ante la creciente tensión nacionalista pro-bélica se organizó, el 5 de abril de 1992, una masiva manifestación pacifista. Pero la misma fue dispersada por las balas del nacionalismo serbo-bosnio. Se puede decir que ese hecho fue el comienzo de la guerra, que duró hasta finales de 1995. Durante poco más de tres años y medio el nacionalismo serbo-bosnio, el nacionalismo croata-bosnio y el nacionalismo musulmán bosnio se enfrentaron en una larga y cruenta guerra civil. El final de las hostilidades llegó con la intervención política y militar de la OTAN.

La OTAN “legitimó” su intervención militar como consecuencia de tres cobardes ataques sobre población civil: “Las (dos) Masacres en el mercado de Markale” y la “Masacre de Srebrenica”. La palabra Markale es la fonética, en serbocroata, del término alemán Markthalle, que significa mercado o salón de mercado. Cuando Bosnia estaba bajo control austrohúngaro (desde 1878 hasta 1918) se había construido, en 1895 en el centro de Sarajevo, un hermoso mercado de estilo arquitectónico neorrenacentista al que durante más de un siglo los habitantes de la ciudad (musulmanes, serbios, croatas y judíos) concurrían a hacer sus compras. Este lugar de encuentro, de la gente de a pie, fue bombardeado por una granada de mortero el 5 de febrero de 1994, a las 12,15 hs, cuando estaba atestado de gente. Fueron asesinadas 68 personas y heridas 144. No se ha podido establecer de qué bando provino el disparo. La histórica y famosa frase del senador estadounidense Hiram Johnson “La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad” se puede aplicar, sin ningún tipo de pudor, a los sucesos conocidos como las masacres de Markale, pues en un primer momento las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (UNPROFOR según las siglas en inglés) afirmaron que el ataque fue realizado por las fuerzas musulmanas. Sin embargo, más tarde, el informe de las UNPROFOR fue modificado sosteniendo que no se podía determinar, certeramente, desde donde había partido el ataque. Y 19 años más tarde, en 2003, como si los hechos y la historia fuesen una página en blanco dibujada por dueño del lápiz, se condenó al serbobosnio Stanislav Galić, quien fue durante la guerra el comandante del Cuerpo Sarajevo-Romanija del Ejército de la República Srpska, en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) a cadena perpetua por haber sido encontrado responsable del crimen de Markale.  El establishment occidental, por medio de la ONU, la OTAN y el TPIY, “a piacere”, fue cambiando el victimario; primero las fuerzas militares musulmanas, luego “no se sabe”, y al final las tropas serbo-bosnias.

La segunda masacre de Markale aconteció medio año después que la primera. El 28 de agosto a las 11 de la mañana fueron disparados 5 impactos de mortero. Como consecuencia fueron asesinadas 43 personas y heridas 75. El bando serbobosnio negó la responsabilidad en el hecho y acusó a las fuerzas musulmanas de haber realizado un auto-ataque con el fin de legitimar la intervención militar de la OTAN. Por su lado la UNPROFOR, en un informe confidencial enviado a la Asamblea General de la ONU, confirmó la autoría serbobosnia del ataque. Esta circunstancia habilitó la puesta en marcha de la Operación de Fuerza Deliberada (ODF, según las siglas en inglés). Esta operación militar, llevada a cabo por la OTAN, tuvo como objetivo debilitar a las tropas del ejército serbio de Bosnia. Se realizaron 3.515 salidas, destruyéndose un total de 338 objetivos. Los aviones participantes operaron desde Italia y desde portaviones estadounidenses. La red de defensa antiaérea serbobosnia, compuesta por aviones y misiles antiaéreos, poco y nada pudo hacer. Solo un Mirage 2000  francés fue derribado, en agosto de 1995.

La Masacre de Srebrenica tuvo lugar en el mes de julio de 1995. La ciudad se encuentra en el noroeste de Bosnia y para 1991, según el Censo Nacional de Población Yugoslavo, habitaban allí un 64% de musulmanes, un 29% de serbios, un 6% de yugoslavos y un 1% de croatas. Cuando la guerra comenzó, Srebrenica, fue tomada por tropas serbobosnias, pero rápidamente las fuerzas musulmanas, lideradas por Naser Orić, ocuparon la ciudad y sometieron a la población serbia que habitaban allí, y en las aldeas cercanas, a una constante persecución y hostigamiento que tuvo como consecuencia el asesinato de más de 3000 personas. Naser Orić, al finalizar la guerra, fue juzgado por estos crímenes, y otros cometidos en distintas regiones de Bosnia por el TPIY, siendo encontrado culpable de delitos de crímenes de guerra y no de genocidio, por lo que solo tuvo una pena de dos años de cárcel.

Para 1993 toda la región que rodeaba a Srebrenica estaba en manos de las tropas serbobosnias, lideradas por al general Ratko Mladić y 16 de abril la ONU, por medio de la resolución 819, declaraba a Srebrenica “área segura, libre de ataques y otras acciones hostiles”. En concordancia con la resolución el 18 de abril arribaba el primer contingente de tropas del UNPROFOR, que contaba con 7500 soldados. Sin embargo no se organizó ninguna defensa de los musulmanes y las tropas solo podían actuar en defensa propia. Así es que con la ciudad sitiada, y sin tropas musulmanas para defenderlas, el 2 de julio de 1995 Ratko Mladić organizó el ataque sobre los musulmanes indefensos. Llamativamente las fuerzas de la UNPROFOR holandesas poco y nada hicieron para detener el avance serbobosnio. La OTAN permaneció pasiva y la ciudad cayó el 11 de julio. Ese día Ratko Mladić, en un improvisado discurso a la televisión, pronunció las siguientes palabras:

“Aquí estamos, el 11 de julio de 1995, en la Srebrenica serbia, justo antes de un gran día para Serbia. Entregamos esta ciudad a la nación serbia, recordando el levantamiento contra los turcos. Ha llegado el momento de vengarse de los musulmanes”.

Al día siguiente, Mladić se citó con coronel Thomas Karremans, que comendaba las UNPROFOR. Y según los testimonios recogidos en una investigación del parlamento neerlandés, frente a un cerdo degollado, el general serbio le dijo a su par holandés: “Esto es lo que os espera a ti y a tus hombres si no obedeces”. Entonces Karremans aceptó todas las exigencias serbias, permitiendo incluso que lo fotografiaran tomando rakija (aguardiente balcánico) con Mladić y otros militares serbios de Bosnia.

Ratko Mladić bebiendo con Thomas Karremans en Srebrenica

No se sabe, certeramente, cuantos fueron los musulmanes fusilados, pero el número se calcula en miles. Las cifras más confiables sostienen un número cercano a las 7000 víctimas, en su mayoría hombres, pero hubo mujeres, niños y ancianos también. Luego de esta barbarie la OTAN incrementó su ataque aéreo sobre las fuerzas serbobosnias, generando las condiciones para que se aceptase un alto el fuego y se negociara el cese de hostilidades. 

La Paz no se firmó en Sarajevo, ni en ninguna ciudad europea, sino en la base aérea de Wright-Patterson, en Dayton Ohio, EUA. Y los Acuerdos de Dayton no solo legitimaron lo ocurrido durante la guerra, es decir que se “respetaron” los territorios conquistados por cada uno de los bandos, sino que se han convertido en un laberinto que mantiene perdidas, y sin poder encontrarse, a las nacionalidades de Bosnia-Herzegovina.

Kosovo era una provincia autónoma dentro de la república de Serbia en el marco de la RFSY, con derechos nacionales para los albanokosovares, que representaban más del 80% de la población. Pero cuando la desintegración de Yugoslavia se había puesto en marcha, a fines de la década de 1980, quien era el presidente de la República Federativa Socialista de Serbia, Slobodan Milošević, personificó el envalentonamiento nacionalista. El 28 de junio de 1989, cuando se cumplían 600 años de la Batalla de Kosovo Polje, el líder serbio realizó un acto, multitudinario, en conmemoración de aquel enfrentamiento en el que la nobleza serbia, mediada por la sangre de sus campesinos, fue derrotada por las tropas del sultán Murad I y sus jenízaros. El nacionalismo serbio, surgido durante el siglo XIX, fue construyendo de la Batalla de Kosovo el mito nacional más significativo. No hace falta explicar demasiado; si uno de los dirigentes más encumbrados de una república, que se pretende anticapitalista, lleva adelante un acto y movilización nacionalista, de la magnitud que tuvo el discurso de Gazimestán, la salud del comunismo y la fraternidad nacional dejaba bastante que desear. Al año siguiente, el 6 de julio de 1990, el gobierno de Milošević le quitó la autonomía a la provincia de Kosovo.

Discurso nacionalista serbio de Slobodan Milošević, en Kosovo, en 1989

Esta situación provocó que se consolidara un movimiento albanokosovar, que anteriormente pugnaba solo por mejores condiciones materiales para la provincia, la región más pobre y marginada de la RFSY, pero que ahora tenía como objetivo lograr la independencia de Serbia. El nacionalismo independentista se dividía en dos: la Liga Democrática de Kosovo, que proponía la solución de la cuestión a través de la negociación, y el Ejército para la Liberación de Kosovo, que tenía como instrumento la lucha armada.

Conforme fue avanzando la década de 1990 la tensión entre el independentismo albanokosovar y el gobierno de serbio de Milošević se fue acrecentando. Los enfrentamientos entre los guerrilleros del  Ejército de Liberación Nacional de Kosovo y los militares y paramilitares del gobierno serbio fueron escalando desde mediados de la década de 1990. Y en 1998 los EUA y la OTAN comenzaron a hablar de que en Kosovo se estaba llevando adelante una limpieza étnica por parte del gobierno serbio sobre la población albanokosovar. En ese marco de tensión la OTAN convocó, en febrero de 1999, al independentismo albanés y al gobierno yugoslavo, de Milošević, a discutir la cuestión al castillo de Rambouillet, en las afueras de Paris. Pero las negociaciones no llegaron a buen puerto pues las condiciones requeridas a Serbia implicaban, en los hechos, la pérdida de la soberanía sobre Kosovo. Así es que como consecuencia del rechazo serbio, o yugoslavo porque Serbia conjuntamente con Montenegro formaban la República Federal de Yugoslavia, la OTAN le envió un ultimátum a Belgrado, que no fue aceptado, y el 24 de marzo de 1999 comenzaron los bombardeos sobre la pequeñita Yugoslavia capitalista, que tenía poco menos de 7 años de vida y había surgido como consecuencia de la desintegración de la RFSY.

Los bombardeos de la OTAN, sobre Serbia, Montenegro y Kosovo, duraron 78 días y finalizaron el 10 de junio de 1999. En Yugoslavia las víctimas de la guerra, entre soldados y civiles, se calculan entre 3500 y 4000, mientras que la OTAN sufrió solo dos bajas. La infraestructura del país fue gravemente dañada y Kosovo ocupada por soldados de la OTAN. En los hechos, desde el 11 de junio de 1999, la que era una provincia dentro de la República de Serbia dejo de serlo. Nueve años más tarde, de manera unilateral, el gobierno albanokosovar declaro oficialmente la independencia del país.

Belgrado bajo las bombas de la OTAN 1999

Así es que la “biblia”, que reza la imposibilidad de convivencia de los yugoslavos y la consecuente necesidad de crear diferentes Estados-Nación, es de producción colectiva y hablada en varios idiomas. De los países descendientes de la ex Yugoslavia, tanto como desde el exterior se ha consolidado una sentencia que puede ser resumida de la siguiente manera: Los Balcanes son un territorio en el que existen diferentes religiones, culturas y civilizaciones, y la aventura yugoslava fue un experimento improcedente que pretendió unir lo imposible de unir. El pecado original, la causa de todos los males, la manzana prohibida sería la fraternidad y convivencia de los trabajadores balcánicos.

Pero sucede que esta tajante certeza acerca de la imposibilidad de convivencia no es tan inocente e imparcial. Más bien fortalece ciertos intereses y debilita otros. ¿Qué intereses favorece? ¿Cuáles debilita? Hace más de un siglo, exactamente 112 años, León Trotsky escribió un artículo titulado “Los Balcanes, la Europa capitalista y el zarismo”. Allí describía y analizaba la cuestión nacional balcánica, y en un párrafo muy esclarecedor sostenía lo siguiente:

“Los Estados que hoy en día forman la península balcánica fueron fabricados por la diplomacia europea en la Conferencia de Berlín de 1878. En ella se tomaron todas las medidas para transformar la diversidad nacional de los Balcanes en una maraña de pequeños Estados. Ninguno de ellos podría extenderse más allá de un cierto límite. Cada uno de ellos constreñido entre sus propios lazos diplomáticos y dinásticos opuestos a todos los demás. Y para acabar, todos impotentes frente a las constantes maquinaciones e intrigas de las grandes potencias europeas”.

Con la desintegración de Yugoslavia pareciera haberse reeditado, más de un siglo después, el Congreso de Berlín de 1878. La creación de estos nuevos Estados-Nación tuvo que ver, no solo con la diplomacia europea sino, y sobre todo, con la intervención estadounidense y la OTAN. Arriba se han detallado los casos de Bosnia-Herzegovina y Kosovo, en los que la OTAN al demonizar al nacionalismo serbio y victimizar a los otros nacionalismo yugoslavos, justificó su intervención “humanitaria”. Porque además de las masacres de Markale y Srebrenica, en Bosnia-Herzegovina, y de la agresión de la OTAN, por la cuestión de Kosovo, a la República Federal de Yugoslavia, existió otro conflicto significativo en el marco de las Guerras de Desintegración de Yugoslavia, en Croacia, que pasó, “llamativamente”, desapercibido para los grandes medios de prensa internacionales: La Operación Oluja (Tormenta).

Cuando el nacionalismo croata declaró la independencia de Croacia de Yugoslavia comenzaron a enfrentarse las fuerzas independentistas croatas con las improvisadas milicias serbias. Es importante aclarar que en la República Federativa Socialista de Croacia, al momento de comenzar las guerras de desintegración, el 13% de la población era de nacionalidad serbia. Y ante la declaración de independencia del nacionalismo croata, en 1991, se armaron fuerzas militares de los serbios de Croacia que tenían como fin agrupar a la población serbia en enclaves nacionales independientes. En ese contexto es que se organizó la República Serbia de Krajina, que no tenía continuidad territorial pero si política. Esta república ocupaba el 18,4% del territorio de Croacia, había sido declarada Área Protegida por la ONU y se encontraba bajo protección de la UNPROFOR. Sin embargo a principios de agosto de 1995 la Croacia independiente, liderada por Franjo Tuđman, llevó adelante la Operación Oluja (la batalla terrestre más grande en el continente europeo desde la SGM) que atacó las posiciones serbias, dejando unas 1500 víctimas y obligando a que un número cercano a 300.000 serbios tuvieran que huir, con lo puesto, hacia Bosnia-Herzegovina y Serbia para escapar de la balas del nacionalismo croata.

La ONU abandonó las áreas protegidas en las que estaban los serbios de la República de Krajina dejando actuar a las fuerzas croatas, mientras que la OTAN no brindó ningún tipo de socorro aéreo, a la población serbia, como si lo hizo con los musulmanes en Bosnia y los albaneses en Kosovo. En menos de una semana convoyes con decenas de miles de serbios huían de sus hogares con el silencio cómplice de la prensa internacional y la pasividad de la OTAN.   

El éxodo serbio de Croacia escapando de la Operación Oluja

Todos contra Seleš

La carrera deportiva de Monika Seleš comenzó cuando la RFSY comenzaba a desintegrase. Mientras Mala Mo dejaba sin calificativos al universo deportivo, y su país se adentraba en una guerra fraticida, el mundo se transformaba radicalmente. En 1992, cuando se había consolidado como la indiscutida número uno del tenis, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama publicaba su libro «El fin de la historia y el último hombre», en el que sostenía que el triunfo de las democracias liberales sobre los regímenes comunistas significaba el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas. De ahora en más el género humano iba a satisfacer sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar la vida en acontecimientos violentos. La ideología ya no sería necesaria pues el rotundo triunfo del capitalismo, sobre el comunismo, había demostrado que la única opción viable eran las democracias liberales burguesas. La anexión de la República Democrática de Alemania (Alemania Oriental) por parte de la República Federal de Alemania (Alemania Occidental) era presentada como la liberación de los alemanes del este, por un lado, y el triunfo del capitalismo sobre el comunismo, por el otro. La Rusia de Yeltsin se apresuraba en poner en práctica un recetario económico liberal, «irreversible», enterrando todo lo que fuera posible el pasado soviético. En las ex repúblicas comunistas de Europa Oriental las estatuas y monumentos de Marx, Engels, Lenin, Tito, etc, eran retiradas y destruidas, y en su lugar se ubicaban los viejos próceres y héroes patrios previos al comunismo. Aristócratas, terratenientes, «liberadores» y «forjadores» de la Patria se convertían en calles, plazas, escuelas, etc.

A diferencia de lo ocurrido en el resto de los países comunistas de Europa Oriental, en los que la transición al capitalismo fue rápida y sin acontecimientos bélicos, en Yugoslavia el proceso no fue tan veloz y simple. No se trataba, tan solo, de restauración sino que tenía lugar la desintegración del país, Y los grandes medios de comunicación internacionales, tanto como los gobiernos de las principales potencias (y sus acólitos) y buena parte de la academia internacional fueron construyendo un relato acerca de la desintegración de Yugoslavia. Una historia maniquea que dividía el asunto entre buenos y malos, entre víctimas y victimarios, entre oprimidos y opresores. De un lado iban a estar los agresores y genocidas serbios y del otro los agredidos y las víctimas croatas, musulmanes y albanokosovares. Unas masacres iban a ser publicadas hasta el hartazgo y otras ocultadas con sofisticada discreción.

¿Pero cuál fue la causa que dio vida al cuento, maniqueo, sobre la desintegración de Yugoslavia? ¿Por qué los serbios iban a ser los malos y el resto de los pueblos y nacionalidades los buenos? ¿Por qué no se iba a diferenciar a las clases dirigentes, de cada una de las nacionalidades, de la gente común de esas nacionalidades? ¿Por qué las sanciones internacionales iban a dirigirse solo a uno de los bandos en guerra y no a todos? Y sobre todo: ¿Por qué siempre se ponía énfasis, y también hoy en día, en que la causa de guerra era la absoluta imposibilidad de convivencia de los eslavos del sur?

¿Por qué la prensa europea occidental denominaba a Slobodan Milošević el Hitler Balcánico, cuando la comparación no solo era ridícula sino que resultaba una banalización del genocidio nazi? ¿Por qué se lo acusaba de estar llevando adelante una limpieza étnica, sobre la población albanesa de Kosovo, cuando tamaña afirmación carecía de cualquier tipo de prueba empírica? ¿Por qué de 1992 a 1995 y de 1998 a 2000 solo a la República Federal de Yugoslavia (Serbia y Montenegro) se le aplicaron duras sanciones por parte de la ONU, la UE y los EUA? ¿Acaso los nacionalismos musulmanes, croata y albanokosovar no habían cometido crímenes de guerra? ¿Por qué la gran mayoría de los juzgados y sentenciados en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, en La Haya, fueron serbios? ¿Qué crimen habían cometido los deportistas y representaciones deportivas serbias para que les fuera negada la posibilidad de asistir a las competencias internacionales como torneos europeos, mundiales y juegos olímpicos? Las respuestas a todas estas preguntas seguramente tengan que ver con la legitimación y generación de consenso ideológico sobre las grandes transformaciones que se habían dado en los regímenes comunistas. La restauración capitalista tenía dos etapas: la primera era la liquidación del comunismo y la segunda la consolidación de las relaciones sociales capitalistas. El antecedente rumano, con toda su utilización de propaganda ideológica, puede servir de guía para entender el caso yugoslavo.

Cuando Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena Petrescu fueron condenados a muerte y fusilados en diciembre de 1989, en un turbio juicio «express», el establishment político occidental salió a festejar con bengalas de colores y fuegos artificiales. «El Tirano de los Cárpatos», «El Drácula Comunista» al fin había sido derrotado. La Rumanía comunista caía y una nueva Rumanía se abría camino a la «libertad y la prosperidad». Pero la historia de quien había sido el líder del comunismo rumano, durante 25 años, tenía muchos matices que la prensa occidental no tenía intenciones de publicar. Además de haberse convertido en un burócrata comunista, además de haber sometido al pueblo rumano a enormes esfuerzos económicos y a una severa disciplina ideológica y política que tenía que ver con la «eternización» de la casta dirigente más que con el desarrollo del comunismo, Nicolae Ceaușescu había criticado fuertemente el accionar imperialista, tanto de occidente como de la URSS. Se pronunciaba continuamente por la liquidación de los dos grandes bloques militares, tanto contra la OTAN como contra el Pacto de Varsovia. Pero además, luego de haber solicitado créditos a los organismos financieros internacionales, durante la década de 1970, y haberse endeudado fuertemente, para principios de 1989, y con el dramático esfuerzo del pueblo rumano, el país había liquidado su deuda externa. Esta circunstancia iba en contra de la corriente. Las décadas de 1970 y 1980 eran las décadas del endeudamiento de los países tercermundistas y no del desendeudamiento.

Pero el malestar contra la Rumanía de Ceaușescu no solo provenía del capitalismo occidental. Desde Moscú, desde hacía tiempo, no se veía con buenos ojos a quien había criticado las invasiones soviéticas a Checoslovaquia y a Afganistán. Y también disgustaba que no aceptara los lineamientos de liberalización económica, «sugeridos» a los regímenes comunistas de Europa Oriental, de la perestroika. Es decir que ni con la OTAN ni el Pacto de Varsovia, en contra del endeudamiento externo y de las recetas de mercado promovidas Gorbachov, la Rumanía comunista parecía tener los días contados. ¿Pero el derrocamiento de los Ceaușescu fue revolución o golpe de Estado? [5] Es probable que haya sido una heterogénea ensalada que tuvo como ingredientes el profundo malestar popular contra el régimen, por un lado, una especie de golpe palaciego, por el otro, y un unánime apoyo y consenso de la política y la prensa internacional.

El 25 de diciembre de 1989, en la ciudad de Târgoviște, Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena Petrescu fueron fusilados por orden de Frente de Salvación Nacional (FSN). Este frente funcionó como gobierno provisional y sus líderes, Ion Iliescu y Petre Roman, que habían sido hasta «ayer» miembros y funcionarios del Partido Comunista de Rumanía, asumieron los cargos de presidente y primer ministro. Rápidamente se aplicó un dramático plan de austeridad económica a la vez que surgieron fuertes manifestaciones en contra del gobierno provisional. Pero poco se escribió en la prensa internacional acerca de las condiciones materiales de los trabajadores en el marco del «Nuevo Mundo» capitalista. Nada acerca de las enormes diferencias sociales, entre los rumanos, surgidas a los pocos meses de la muerte del matrimonio Ceaușescu-Petrescu. Nada acerca de las violentas represiones del FSN sobre fuerzas políticas disidentes como el Partido Nacional Campesino Demócrata Cristiano y el Partido Nacional Liberal. Nada acerca de la pauperización de las condiciones materiales de los trabajadores rumanos. Y por el contrario: todo acerca de la «libertad» de Rumanía, todo acerca de la fortuna de haber dejado atrás la «cárcel» comunista.

Fusilamiento del matrimonio Ceaușescu-Petrescu en Târgoviște el 25 de diciembre de 1989

Algo parecido a lo ocurrido con Nikolae Ceaușescu en Rumanía se replicó con Slobodan Milošević en Yugoslavia. Se lo ubicó y caracterizó como la personificación del mal. A diferencia de lo ocurrido en Rumanía, la RFY no era comunista pero sí se le pretendía enrostrar, a ella y al pueblo serbio, ser los culpables de las guerras de desintegración yugoslavas. Porque si los culpables eran Slobo (apodo de Slobodan Milošević), el criminal de guerra serbobosnio Ratko Mladić y todo el pueblo serbio, una grande y nebulosa nube iba formándose y era plausible de utilizarse como velo para ocultar el papel jugado por los movimientos nacionalistas croata, musulmán, albanokosovar, esloveno, la OTAN, la UE, la ONU y los intereses de los grandes capitales internacionales en su intención de liquidar Yugoslavia. Creando y sosteniendo la retórica del genocidio serbio, sobre el resto de los pueblos yugoslavos (croatas, musulmanes de Bosnia-Herzegovina, albaneses de Kosovo), podía ocultase el verdadero genocidio: el genocidio de Yugoslavia, el genocidio de la convivencia y hermandad de buena parte de los pueblos balcánicos en un mismo país.

Monika Seleš tuvo la desgracia de vivir sus mejores momentos deportivos en un contexto político e ideológico totalmente hostil a todo lo que fuera yugoslavo y serbio. Ella comenzó representando a la RFSY pero en 1992, cuando tuvo lugar la desintegración del país, pasó a ser ciudadana de la RFY. Y como casi todo lo que proviniera de Serbia, empezó a ser vista de reojo y con sospecha, en el mejor de los casos, y discriminada y demonizada, en las peores circunstancias. El atentado contra su vida, sufrido en 1993 en la ciudad alemana de Hamburgo, fue una prueba contundente del ensañamiento contra su persona y su nacionalidad.

La mejor jugadora de tenis del mundo, en perspectiva de convertirse en la mejor jugadora de la historia, fue acuchillada por la espalda, en un intento de homicidio, por un ciudadano alemán. No solo se vio obligada a abandonar el partido y el torneo sino que salvó su vida de milagro. La organización del torneo y la Asociación de Tenis Femenino no detuvieron el evento e hicieron jugar las semifinales como si nada hubiese ocurrido. Sus colegas y compañeras del circuito, las tenistas Jana Novotna, Steffi Graf, Arantxa Sánchez y quien había sido su rival durante el atentado, Manuela Maleeva, se presentaron a jugar las semifinales al día siguiente mientras la tenista balcánica era curada de una grave herida, sin diagnóstico certero, en el hospital.

¿Cabría imaginarse la misma situación sí la atacada hubiera sido la alemana Steffi Graf? ¿Y sí el atentado lo hubiera sufrido el estadounidense Pete Sampras, el número 1 del tenis masculino en 1993? ¿Se hubiera realizado el Gran Premio de Fórmula 1 de España, que tuvo lugar el 9 de mayo del mismo año, sí el día anterior a la competición, cuando los pilotos luchaban por conseguir los mejores lugares en la largada, Alain Prost (a la postre el número 1 de ese año) hubiera intentado ser asesinado y herido gravemente? ¿Si el basquetbolista Michael Jordan hubiera sufrido un atentado contra su vida, un día antes de jugar un partido de playoffs de la NBA en 1993, los Chicago Bulls se hubieran presentado a jugar? ¿Si el británico Nick Faldo, el indiscutido número 1 del golf en 1993, mientras jugaba prestigioso Master de Augusta, en abril de 1993, hubiera sido acuchillado por un fanático de su archirrival rival Greg Norman, el torneo hubiera continuado? ¿No se lee y escucha, habitualmente que el denominado «Deporte Blanco» es una disciplina de «caballeros»? En este caso podríamos decir de damas, pero al fin y al cabo rigiéndole las mismas de la ley. ¿Cómo es que no se detuvo el torneo ni se le respetó el ranking a la tenista yugoslava? ¿Cómo puede ser que salvo Gabriela Sabatini el resto de las tenistas top hicieron como si nada hubiese ocurrido y votaron por no respetarle el ranking hasta que estuviera recuperada? ¿Cómo pudo Gunter Parche ser declarado inimputable luego de permanecer tan solo 6 meses en prisión?

Quizás sea arriesgada la parábola pero no deja de ser la consecuencia ideológica de todo lo escrito desde el comienzo hasta aquí. La historia de la Yugoslavia comunista, la historia de la fraternidad de distintos pueblos y nacionalidades en un mismo país, no es un buen ejemplo y no resulta para nada agradable a los distintos nacionalismos burgueses yugoslavos (hoy convertidos en Estados-Nación), tanto como a las diferentes potencias capitalistas. Resulta que la experiencia yugoslava se oponía por el vértice a la dinámica de la organización política, por un lado, y a la ideología, por el otro, de las relaciones sociales capitalistas de producción. Borrar, por medio de la prensa, la clase política y el revisionismo histórico, toda la historia de convivencia de los trabajadores yugoslavos en un mismo suelo fue y es el, ya sea consciente o inconsciente objetivo de la ideología burguesa.

¿Cuál sería el fin de borrar de la historia la convivencia de los trabajadores de los distintos pueblos yugoslavos? ¿Por qué demonizar la experiencia comunista cuando nunca estuvo más lejos, que en nuestros días, de la cabeza de los trabajadores del mundo la posibilidad de acabar con el capitalismo y pugnar por la construcción de un mundo en el que la fraternidad y la cooperación humana sean la regla? Es probable que por lo siguiente: en principio porque aunque el capitalismo sea fuerte, como nunca, y ni por asomo se avizore su final, la historia de la humanidad no se detiene y al ser los hombres sus responsables nada está dicho ni escrito de antemano. Por lo tanto la rebelión contra la explotación y la opresión capitalista puede desencadenarse en cualquier momento. Es apropiado recordar las palabras escritas por Karl Marx en «El Manifiesto Comunista» cuando sostiene:

«Toda la historia de las sociedades humanas hasta nuestros días es una historia de lucha de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”.

Así que es menester de las clases dominantes ocultar y denigrar las luchas y rebeliones de la clases dominadas del pasado. No debe existir ninguna ayuda ni inspiración, proveniente de tiempos pretéritos, que sirva como guía en el presente. Todo lo contrario a la conexión entre el pasado y el presente, que describe el filosofo marxista Walter Benjamin en su trabajo «Tesis de la Filosofía de la Historia»:

«Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos. No se debe despachar esta exigencia a la ligera. Algo sabe de ello el materialismo histórico… El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer«.

Esa cita secreta entre los oprimidos del pasado y los oprimidos del presente. Entre la revuelta campesina croata-eslovena del siglo XVI, liderada por el siervo Matija Gubec [6], y los levantamientos contra los terratenientes croatas y eslovenos a fines de la PGM. Entre quienes fueron víctimas de los movimientos nacionalistas yugoslavos durante la SGM y entre quienes fueron víctimas de los movimientos nacionalistas yugoslavos durante la desintegración de la RFSY, en la década de 1990. Entre los yugoslavos de a pie que a fines del siglo XIX y principios del XX soportaron que las principales potencias, en consonancia con las pérfidas clases dirigentes locales, organizaran el mapa balcánico según sus intereses y en contra de los intereses populares y los yugoslavos de a pie de fines del siglo XX y principios del siglo XXI que han soportado (y soportan) que las principales potencias mundiales, en consonancia con las pérfidas clases dirigentes locales, organizaran el mapa balcánico según sus intereses y en contra de los intereses populares. Entre los ciudadanos yugoslavos que durante décadas se relacionaron fraternalmente los unos con los otros, sin distinción de nacionalidad y religión, y los ciudadanos de las ex repúblicas yugoslavas que debido al levantamiento de las fronteras nacionales, físicas e ideológicas, cada día ven más limitado establecer vínculos. Y sobre todo entre los partisanos yugoslavos, que lucharon contra los invasores nazis y sus colaboradores locales durante la SGM, y terminaron generando las condiciones que permitieron el levantamiento de un país, que con infinidad de errores y contradicciones, fue un ejemplo de convivencia y tolerancia, y los trabajadores de las ex repúblicas yugoslavas a los que cada día les es más difícil establecer «la cita secreta entre las generaciones, la fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos».

La manera en que se manejó el caso Seleš, es decir la falta total de humanidad al continuar el torneo, el hacer como si nada hubiera ocurrido. La satisfacción, inconfesa, por el ataque de Gunter Parche que, «psicopatía mediante», eliminó de las pistas, y entonces de la escena deportiva mundial, a una mujer, casi una niña, a un verdadero prodigio del deporte da cuenta de la brutal manera en que se intentó borrar la conexión entre Mala Mo y el país de la convivencia, el país que se construyó luchando contra los invasores y los opresores, el país en el cual no tenían lugar los nacionalismos, el país que puede servir de ejemplo para la futura emancipación, el país del pecado original anticapitalista, el país de la fraternidad.

Citas:

[1] Es un género tradicional de música folclórica originario de Bosnia y Herzegovina. Los compositores de muchas canciones de Sevdalinka son en gran parte desconocidos porque se trata de canciones folclóricas populares. La tonalidad menor es una característica central y las melodías se caracterizan por dejar un fuerte sentimiento melancólico en el oyente. Etimológicamente la palabra viene del idioma turco sevda que refiere a un estado de enamoramiento, y más específicamente a un anhelo intenso y desesperado asociado con el mal de amor y el amor no correspondido.

[2] Marx, Karl. El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, página 412.

[3] La Kominform (acrónimo en ruso de Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros) era una organización para el intercambio de información y experiencias entre los partidos comunistas.

[4] Jugoslavija (Yugoslavia) significa en serbocroata el país (o la tierra) de los eslavos del sur.

[5] El 16 de diciembre de 1989 estalló una protesta en la ciudad de Timişoara en respuesta al intento del gobierno socialista de desahucio del pastor luterano László Tőkés, quien era de nacionalidad húngara. Tőkés había dado una entrevista, a un medio internacional, en la cual había criticado al régimen de Ceaușescu, acusándolo de propiciar el odio racial. ​Como consecuencia fue destituido de su cargo, por el obispo de su iglesia, a petición expresa del gobierno. Además se lo privó del derecho a ocupar su departamento, al que tenía derecho en tanto fuera miembro de la congregación religiosa. Durante algunos días los simpatizantes del religioso se concentraron en las inmediaciones de su vivienda con el propósito de evitar el desalojo y el desahucio. Ante el malestar popular Petre Mot, el alcalde de Timisoara, suspendió el desahucio y el desalojo, pero las manifestaciones ya habían crecido y tomado un carácter antigubernamental. Entonces intervinieron la policía local y la Securitate (la policía secreta). Pero los manifestantes tomaron la sede del Comité del Distrito del Partido Comunista de Rumanía y posteriormente destruyeron documentos oficiales, propaganda política, textos escritos por Ceauşescu y otros símbolos del régimen socialista. Rápidamente intervino el ejército y el centro de la ciudad terminó convirtiéndose en un campo de batalla. La mañana del 18 de diciembre Timisoara había sido ocupada por soldados y agentes de la Securitate, vestidos de civil. El alcalde Moţ convocó a una manifestación en la Universidad de Timișoara con el propósito de condenar los actos del día anterior. Además decretó la ley marcial, con lo que quedaron prohibidas las reuniones de más de dos personas bajo pena de cárcel. Desafiando el decreto del alcalde un grupo de treinta jóvenes se concentraron en la Catedral de Timişoara. Allí izaron y ondearon la bandera de la Revolución Rumana, que no era otra que la bandera de la república socialista con un agujero en el sitio donde debía portar el escudo, y comenzaron a cantar Deşteaptă-te, române! (en español: ¡Despierta, rumano!), antigua canción nacionalista proscrita desde 1947 y actual himno nacional de Rumania. El 20 de diciembre grandes contingentes de obreros marcharon por la ciudad. Cien mil obreros se apostaron en la Plaza de la Ópera (llamada actualmente Plaza de la Victoria, Piața Victoriei) y emitieron protestas en contra del régimen socialista: «Noi suntem poporul!» («¡Nosotros somos el pueblo!»), «Armata e cu noi!» («¡El ejército está con nosotros!»), «Nu vă fie frică, Ceaușescu pică!» («¡No tengáis miedo, Ceaușescu caerá!»). Finalmente el orden pudo ser reestablecido en la ciudad, pero poco días después las manifestaciones antigubernamentales se trasladarían a Bucarest y terminarían siendo una de las causas de la caída del matrimonia Ceaușescu.

[6] Matija Gubec fue un siervo en las tierras del terrateniente húngaro Ferenc Tahy. Cuando estalló la revuelta, los campesinos lo eligieron para ser uno de los líderes. A la postre se convirtió en el líder más influyente de la rebelión. Cuando la revuelta fue derrotada fue torturado públicamente y obligado a llevar una corona de hierro al rojo vivo, arrastrado cruelmente por las calles de Zagreb, pellizcado con pinzas de hierro al rojo vivo y posteriormente descuartizado. Su legado se mantuvo en el folclore local a lo largo de los siglos. En el siglo XX, el Partido Campesino Croata, y más tarde Josip Broz Tito y los partisanos yugoslavos, abrazaron su causa como propia. Durante la Guerra Civil Española, los yugoslavos que sirvieron en las Brigadas Internacionales pro-republicanas llamaron a su fuerza «Grupo Matija Gubec». Durante la Segunda Guerra Mundial, una brigada croata y eslovena recibió su nombre.